VIETNAM Y CAMBOYA: el viaje que nos cambió

¿Sabes reconocer un punto de inflexión en tu vida? ¿Cuándo algo hace click dentro de ti y ya no puedes dejar de pensar en ello?

Muchas son las vivencias que nos influyen, decisiones que tomamos a nivel personal, laboral, cambio de lugar de residencia, una enfermedad, experiencias.

Llevamos una vida normal, con altibajos como todos. Yo trabajo en una oficina de cara al público y esto imprime carácter, influye en la forma que te relacionas con los demás, en el vestir, en un orden de cosas. Hay trabajos en los que te puedes permitir llevar el pelo azul, un piercing en la nariz, vestir a tu aire, etc. En el mío no, por tanto te influye a la hora de comprar ropa, calzado, peluquería…

Así es y era nuestra vida, con las ilusiones del siguiente viaje, la casa, salir con los amigos, la familia. Hasta que nos decidimos por el viaje Vietnam y Camboya. Ya en la agencia de viajes nos aconsejaron que fuésemos primero a otros países de Asia y dejáramos estos para el final porque, sobre todo, Vietnam tiene mucho éxito y a lo mejor después  los demás no nos gustaban tanto.

Teníamos tantas ganas de ir que no quisimos posponerlo.

Fuimos con viaje organizado porque sólo teníamos dos semanas de vacaciones. Lo bueno es que era un viaje de ver cosas por la mañana y las tardes libres.

Hicimos noche en vuelo y llegamos a Hanoi por la mañana. Tan pronto que no nos daban la habitación hasta horas más tarde; así que, dejamos el equipaje y nos fuimos con lo puesto a dar una vuelta.

Nos atrapó desde el primer momento. Nos emocionaba vernos en medio de ese maremágnum de motos que habíamos visto tantas veces por televisión. Las aceras abarrotadas, porque las aparcan allí, sin poder caminar por ellas los peatones. Las calles del centro divididas por gremios como antaño en España, el mercado la mar de curioso por lo que venden en él, el lago, la gente, las terrazas en la calle Ta Hien con esas mesitas y taburetes de plástico enanos en los que te sientas y te llegan las rodillas a las orejas, donde te tomas una cerveza artesana Bia Hoi por 0,20€, los xiclos haciendo pequeños tours a turistas, el masaje de pies que nos dimos, y las comidas ¡ay qué comidas! La primera noche cenamos en la calle Ma May en el Ying Yang, todo riquísimo y muy variado, y el precio genial. La comida no es picante y las cervezas también nos gustaron.

Al día siguiente nos llevaron a visitar el Mausoleo de Ho Chi Minh, el Palacio Real, la cárcel La Maison Centrale, el Templo de la Literatura, el Templo Ngoc Son en medio del lago Hoan Kiem.

Dimos el paseo en xiclo por el barrio antiguo o barrio de las 36 calles. Fuimos a ver el muy recomendable espectáculo de las marionetas de agua.

El guía nos contó las cinco felicidades de los vietnamitas: la familia, el trabajo, la salud, la seguridad y morir sin dolor.

Al tercer día salimos de Hanoi. Ya en ese momento empezamos a sentir que nos arrancaban de los brazos de un lugar que no queríamos abandonar. ¿Qué nos estaba pasando? Ahí comenzó nuestro cambio.

Civitatis

Nos trasladamos a la Bahía de Halong: espectacular. Me sentí la persona más afortunada viéndome en medio de semejante paraje natural, en un barco tipo Mississippi en el que sólo íbamos 20 personas y la tripulación, un lujo. Sobre todo la sensación de estar en el centro del universo esa noche en cubierta, escuchando el silencio y con miles de estrellas sobre nuestras cabezas, el mecer del barco mientras dormíamos. Algo me invadió por dentro, no me he vuelto a sentir así en ningún otro lugar.

Hago un inciso aquí: los barcos turísticos sólo podrán seguir pernoctando allí hasta 2020, luego tendrán que ir y volver en el día. Queda poco, no lo dudéis e id.

Visitamos el pueblo flotante y, al día siguiente, el mirador Tip Top con vistas espectaculares de toda la bahía, y luego bajamos a darnos un chapuzón en la playa.

De vuelta a tierra, visitamos la Pagoda Con Son y a coger un avión para nuestro siguiente destino: Hoi An, desde nuestro punto de vista, la joya de Vietnam. El lugar donde nos hubiésemos quedado a vivir.

Es una población cuyo casco histórico son casitas de dos plantas pintadas en amarillo. Al atardecer lo peatonalizan aunque se puede circular con bicicleta, las alquilan. E incluso puedes ir con ellas hasta la playa donde encuentras un montón de restaurantes de marisco.

En Hoi An es imprescindible visitar el mercado e investigar todo lo que venden y lo diferente que puede ser con los nuestros. Nos llamó mucho la atención que tengan el pescado vivo, en muchos lugares de Asia es así.

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Estuvimos en el Templo Quan Cong que tiene unos conos de incienso colgando del techo con agradecimientos o deseos de la gente.

El puente cubierto japonés es una maravilla y más iluminado por la noche.

Los farolillos de seda de colores que encienden al atardecer y hacen del centro un espectáculo maravilloso que no puedes dejar de recorrer. Callejear por la orilla del río Thu Bon que está plagado de restaurantes para disfrutar su gastronomía, el puente sobre el río que también iluminan al atardecer, el mercadillo nocturno que hay al otro lado para adquirir recuerdos típicos de allí.

Hoi An nos enamoró literalmente, algo hizo click en nuestras cabezas porque, dos años después, seguimos soñando y tenemos ese sentimiento agarrado al corazón. Necesitamos volver.

Al día siguiente, a nuestro pesar, al viaje continuaba y paramos en el museo de Da Nang para visitarlo y ver el Puente del Dragón. Este año han inaugurado el Golden Bridge o puente de las manos por estar sostenido por dos manos gigantes y se ha convertido en el atractivo turístico de la zona.

De camino a Hue paramos en el Templo Thien Hue y un bunker donde había unos novios haciéndose las fotos de la boda, bien curioso, nos comentaron que era algo habitual.

Tampoco hay que perderse el Mausoleo de Khai Dinh y sus figuras de piedra donde te puedes hacer una simpática foto. También visitamos el Mausoleo Minh Mang del Rey de las 500 esposas. Aún no saben en qué lugar exacto está su cuerpo, y es un sitio enorme.

En Hue fuimos en barco por el Río Perfume y visitamos la Ciudad Prohibida. Tiene más variedad de estilos arquitectónicos que la de Pekín y personalmente nos gustó más que la de China.

La población de Hue la encontramos con las calles levantadas por obras en las canalizaciones por lo que no la disfrutamos tanto, pero también tiene ambiente y calles con restaurantes.

Al día siguiente avión a la Conchinchina que es como se llama el sur de Vietnam. Ho Chi Minh (la antigua Saigón) es una ciudad moderna de edificios altos, la más globalizada, y también la más cara. Su calle principal Nguyen Hue está llena de fuentes y es agradable pasearla por la noche. Caminando un poco más se llega al mercado nocturno donde venden imitaciones. También las hay en el Saigon Square. En casi todos los centros de las poblaciones hay una calle que se llama Le Loi, sería un equivalente a nuestra calle Mayor de muchos sitios. Descubrimos el Street Food Market con muchas opciones de cena y una zona común de mesas.

Visitamos el edificio de Correos donde la gente se hacía fotos de boda, al lado está Notre Dame. También nos llevaron a ver el Palacio de la Reunificación. La ciudad no nos enganchó especialmente, pero hay que visitarla para hacerte una idea completa del país.

Y por supuesto hicimos la excursión al Delta del Mekong. Me dejó impresionada, aquí fue donde pude hacerme a la idea de lo que fue la guerra de Vietnam. Imaginaba a los soldados americanos cargados hasta arriba por aquellos canales llenos de mosquitos y una humedad terrible. Era imposible que hubiesen ganado la guerra.

Nos llevaron a una fábrica artesanal de caramelos de coco y a comer el pez “oreja de elefante” sabrosísimo que lo sirven en vertical.

Abandonamos Vietnam y nos dirigimos a Camboya. Nos alegramos de haber escogido esta combinación porque no sabemos si volveremos a Camboya y los Templos de Angkor en Siem Reap merecen muchísimo la pena.

Camboya es más pobre que Vietnam pero en Siem Reap tuvimos una estancia muy agradable. Es una población turística con ambiente, calles peatonales con restaurantes y tiendas. La comida es menos variada que en Vietnam pero también muy rica. La calle central es Pub Street donde puedes tomarte una cerveza y darte un masaje de pies desde 3$.

La visita a los Templos de Angkor la hicimos en los tres días que estuvimos allí, es una extensión enorme. El primero que vimos fue el templo Ta Prohm donde se rodó la película Tomb Raider. La reconoceréis en la foto, los árboles forman parte del templo, se han unido a él.

El que da nombre a la zona es el templo Angkor Wat cuyo perfil está en la bandera de Camboya. Hacía tremendo calor el día que estuvimos y sufrí un golpe de calor. Ese día nuestros móviles marcaban 49 grados de sensación térmica. Hubo personas de nuestro grupo que no llegaron a bajar del minibús por este motivo, y por supuesto llevábamos paraguas para protegernos en la medida de los posible. También el abanico es indispensable.

El Templo de Bayon: típico por sus más de 200 cabezas de Buda mirando hacia los cuatro puntos cardinales, cada una tiene un tipo de mirada, una sonrisa diferente.

Consejo: en algunos templos puedes entrar con pantalón corto pero en otros no. Lo aviso para que seáis previsores. Yo tuve que comprar uno en la tienda de souvenirs en uno de ellos. Si no, un pareo anudado por encima puede ser una solución.

Os dejo también una imagen de la Puerta Sur de Angkor Thom donde también se aprecian las cuatro caras mirando hacia los cuatro puntos cardinales.

De camino vimos gente recolectando arroz, a un padre pescando con su hija, puestos de venta de flor de loto, personas que venden artesanía en sus casas.

Visitamos los Templos de Banteay Srei y Banteay Samre. Todo ello con el paraguas para protegernos del sol. Estuvimos en agosto, el guía nos dijo que la mejor época es mayo/junio.

Por último nos llevaron al Tonle Sap Lake Floating Market. Un pequeño espacio flotante con tiendecillas en medio del río, donde también tenían cocodrilos.

Y de allí regresamos a España.

Sin duda un viaje que nos marcó. Unos lugares que consiguieron poner mi alma en modo zen cuando soy una persona que actúa movida por el estrés y las prisas. Probablemente descubrirme a mí misma en otra onda, en esa fusión con el entorno, experimentar otra forma de vida más amable que la nuestra es lo que me ha cambiado. Lo mejor de todo es que nos ocurrió lo mismo a los dos en el mismo lugar. Nos transformó y no hemos vuelto a ser los mismos. No dejamos de soñar con esa zona del mundo.

Hemos cambiado desde entonces, somos menos materialistas, menos ambiciosos, me hice un tatuaje en el pie con la estrella de la bandera de Vietnam, me siento más hippie y más libre, viajamos más ligeros de equipaje desde entonces y somos más felices, más conscientes de que se puede vivir de muchas maneras y en muchos sitios.

VOLVEREMOS

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