Cuando cierro los ojos aún puedo ver esas aguas transparentes, cristalinas, limpias, esas calas paradisiacas de arena blanca que nos han cautivado… ¡qué isla!
Nos quedaba una semana de vacaciones y pensamos que Menorca podía ser una buena opción para ver cosas y descansar. Y lo ha sido.
Leímos comentarios en internet de la mejor época para ir allí. No queríamos encontrarnos en un momento de turismo masivo pero también queríamos poder disfrutar de buen clima y podernos bañar en el mar.
La semana en cuestión era la del 28 de septiembre al 5 de octubre. Luego caí en la cuenta que es la semana del “veranillo de San Miguel” y suele hacer buen tiempo.
Salimos de Barcelona. Las combinaciones eran mejores y el horario de llegada también, además el vuelo sólo dura unos 50 minutos. Habíamos alquilado un coche, imprescindible desde nuestro punto de vista en una isla para poder moverte con libertad. Lo recogimos en el mismo aeropuerto. Leyendo en internet comentarios de gente que vive en Menorca aconsejaban alojarse en Ciutadella. Como no queríamos tener problemas de aparcamiento, preferimos buscar fuera del núcleo urbano. Así que escogimos Santandria y la verdad que fue un acierto porque estaba muy cerca de la salida a la carretera principal para ir en cualquier dirección.
Como otras muchas veces preferimos alojarnos en aparthotel por tener la ventajas de los servicios de un hotel y por otro lado la de tener cocina e ir a tu ritmo.
El primer día sólo nos dio tiempo a ir a un supermercado a comprar lo necesario para desayunar y a dar un paseo por el centro de Ciutadella. No llega a los 30.000 habitantes pero tiene mucho ambiente debido al turismo. Puedo imaginar cómo estará en verano en plena temporada alta. Nosotros disfrutamos callejeando sin masificaciones. El centro me pareció maravilloso, cuidado, limpio, de esas ciudades que querrías que te las envolvieran para regalo y llevártelas de recuerdo en un paquetito. Me encanta dejarme llevar en lugares así sin mirar el plano y caminando donde me lleven los pies. Y así descubrimos la zona del puerto y nos quedamos a picotear en una terraza.
El domingo decidimos ir de excursión a las calas que teníamos cerca pero a la entrada de la carretera de acceso había unos carteles que indicaban que los parkings estaban llenos así que, por descarte, fuimos al único que quedaba hueco: en el de Cala Son Saura. Según los comentarios de internet no era la más bonita. Pues qué queréis que os diga, no sé si fue porque era la primera que veníamos pero a mí personalmente me gustó y mucho. El acceso a las calas se realiza caminando a veces unos 2 kms después de haber dejado el coche. No había mucha gente y pudimos bañarnos y disfrutar de ese agua maravillosa desde la que te ves los pies de lo transparente y limpia que es. Estaba fresquita, más que en pleno verano, claro, pero agradable.
Escuchamos a una pareja decir que a partir del 1 de octubre el acceso es mejor por la bajada de turismo e incluso las calas con acceso solo en bus, te dejan ir con tu propio coche.
Para ver el atardecer nos acercamos al Mirador del Sol, muy cerca de Santandria. Hay unos cuantos bancos y terracitas en esa zona para disfrutar de la puesta de sol y hacer todas las fotos del mundo. Al fondo se adivina la isla de Mallorca, fue un disfrute.
El lunes por la mañana hay mercadillo en el centro de Ciutadella y allí que fuimos a dar una vuelta y entrar a la oficina de turismo a por mapas y consejos. Dimos una vuelta y luego cogimos el coche para ir hacia el centro y norte de la isla. Una parada en Es Mercadal a tomar un café en una terracita, callejear el pueblo y subir al Mirador de Toro. ¡Uau qué vista! Desde allí te comes toda la isla. Está en el centro y es la montaña más alta de Menorca por lo que hay que ir allí si se desea tener una visión amplia de ella. Sólo son unos 10 minutos en coche desde Es Mercadal. Allí está el Santuario de la Virgen del Toro, patrona de la isla.
La comida en Fornells, todos los comentarios aconsejaban hacerlo allí y la disfrutamos. Hay mucho donde elegir y lo típico es la caldereta de langosta, aunque nosotros no la degustamos ese día porque teníamos algo importante que celebrar esa semana y nos reservamos esta especialidad para ese día.
El martes 1 de octubre y recordando lo que había dicho aquella pareja, fuimos de nuevo a la zona de las calas del sur cercanas a Ciutadella para poder acceder con el coche y tuvimos suerte que todavía había plazas libres en el parking. Así que caminamos hasta las calas de Macarella, Macarelleta y Turqueta, nos bañamos, hicimos snorkel, tomamos el sol. Un día perfecto. El equipo de snorkel nos lo llevamos nosotros de casa, nos encanta practicarlo y os lo recomiendo porque es la mejor forma de sumergirte para ver toda la fauna marina de las calas. La arena es blanquísima, sólo la he visto igual en el Caribe. No podía imaginar que teníamos este paraíso tan cerca de casa, en nuestro propio país. Menorca es sin duda un tesoro.
Habitualmente las tardes eran más bien de descanso en una tumbona del aparthotel con un libro, una siesta, callejear por Ciutadella y tomar algo en una terracita. Sin duda una semana de relax. Para hacerlo una vez al año y cargar pilas.
El miércoles cruzamos la isla, haciendo una parada en Ferrerías para comprar el típico queso de Mahón elaborado con leche de vaca cruda. Nos lo envasaron al vacío para poder traerlo en la maleta.
Visitamos Binibeca Vell, un pueblo blanco con casas construidas al estilo de las antiguas de los pescadores. Es peatonal, con callejuelas estrechas y no te cansas de fotografiarlo, sin duda el más bonito de Menorca. No tuvimos problemas en aparcar el coche antes de la entrada del pueblo aunque supongo que en temporada alta será más complicado.
Desde allí nos dirigimos a Mahón, no es llana como Ciutadella, recorrimos el centro y nuestros pies nos llevaron hasta el puerto donde disfrutamos viendo los barcos y yates que había atracados allí. Para subir desde esa zona hay un ascensor que te devuelve a la parte alta del casco antiguo.
Aprovechando que estábamos al este de la isla y que llegaba el atardecer, fuimos a la Cala en Porter a la Cova d’en Xoroi, una cueva transformada en establecimiento chill out donde han abierto varias ventanas en la roca desde las que se puede disfrutar de la mejor puesta de sol. Te cobran una entrada (10€) con la que tienes derecho a una consumición. Merece la pena verlo. Menos mal que ya no llevamos cámara de fotos con carrete porque hubiéramos gastado unos cuantos.
Hago un inciso aquí para decir que una de las cosas que más me ha impactado de Menorca además de sus aguas es su luz. A nosotros nos encanta hacer fotos y nos dábamos cuenta que en Menorca estábamos haciendo muchas más de lo habitual, y es que además de que te atrape cualquier rincón, la luz es perfecta para captar la mejor fotografía. Cualquier excusa era buena para una foto: una puerta (las de madera tienen una forma típica allí), una ventana, un rincón, un atardecer. No sé explicarlo pero te vuelves loco con la cámara o con el móvil tratando de buscar el mejor enfoque en cualquier sitio.
La excursión del jueves fue a Cala Morell en el norte. Visitamos la Necrópolis y la playa Algaiarens, un entorno natural en el que hay un sendero para llegar hasta la zona alta más cercana al mar para disfrutar de las vistas encima del agua.
Por la tarde nos fuimos hacia el sur, más allá de donde estábamos alojados, a Cala en Bosch, una cala con urbanizaciones, restaurantes, chiringuitos, con más ambiente y que supone también una buena opción para alojarse.
La puesta de sol la vimos desde el Faro de Artrutx una torre de rayas azules y blancas que también provocó que nos lleváramos unas cuantas fotos de allí. Además hay un restaurante en la base del faro si uno se quiere dar un capricho.
El último día completo que estuvimos en Menorca volvimos a Mahón e hicimos un plan distinto: una mañana en un spa que disfrutamos estando solos, con un brunch en una terraza interior con música suave y lleno de flores y plantas que fue un deleite. Eso sí que es cuidar el cuerpo.
La tarde noche volvimos a Ciutadella a despedirnos de sus calles, realizar algunas compras para llevarnos sobrasada además del queso que habíamos comprado. La típica ensaimada nos la llevamos en el buche puesto que fue lo que desayunamos toda la semana.
La cena de despedida la hicimos en una terracita en la plaza del mercado.
Como cierre de esta entrada diré que Menorca es un lugar al que volver siempre, tiene ese equilibrio entre ver cosas, paisajes y descansar. Su luz y sus aguas nos han cautivado y su gastronomía es singular. Si no lo conocéis hacedle un hueco y no os olvidéis de llevaos al menos las gafas y el tubo para explorar la fauna de sus calas.