Guía de viaje a Isla de Pascua: qué ver y hacer

En la vida hay un apartado de sueños por cumplir. Algunos son factibles y otros los dejamos almacenados en algún lugar sabiendo que probablemente no se harán realidad.

Rapa Nui estaba en este segundo rincón de anhelos porque está lo suficientemente lejos y es lo suficientemente caro como para no planteárselo en unas vacaciones. Así es que, cuando decidimos dar la vuelta al mundo, mi primer pensamiento fue cumplir este gran deseo. Sabía que, si no lo hacíamos ahora, se quedaría en esa lista de sueños incumplidos. Y no podía consentirlo.

Nos sentimos muy afortunados, ha sido un gran privilegio conocer uno de los lugares más recónditos y lejanos del planeta.

Para volar a la Isla de Pascua se toman los vuelos desde Santiago de Chile. Antes de la pandemia había más opciones, pero se han reducido desde entonces. Esta vez tuvimos mucha suerte porque probamos a comprar los billetes mediante una VPN y a la ida fuimos en primera clase. Fue un vuelo de muchas turbulencias que duró unas 5 horas. En el aeropuerto de Santiago hay una entrada diferente para el control de pasaportes si viajas a Rapa Nui. Una vez dentro no hay carros para el equipaje de mano lo cual es bastante incómodo para los que viajamos con mochilas grandes sin facturar.

Las mercancías llegan a la isla por barco cada varias semanas y cualquier producto allí se encarece notablemente. Una garrafa de agua de 5 litros suele costar 7€. Como nos lo imaginábamos, el día de antes, fuimos a un supermercado en Santiago y compramos toda la comida y bebida que pensamos que necesitaríamos y facturamos una caja precintada. No fuimos los únicos, en las cintas de recogida de equipajes había más cajas e incluso neveras de corcho de personas que pensaron lo mismo que nosotros.

Llegamos a Rapa Nui el miércoles 2 de abril. En el aeropuerto nos recibieron las letras de “Iorana”, el saludo rapanui que sirve tanto para cuando llegas como para cuando te despides.

Desde el alojamiento vinieron a buscarnos con unas coronas de flores tipanie, las que solo encontramos en lugares tropicales que huelen tan bien. Habíamos escogido un sitio modesto para alojarnos, pero espacioso y con baño privado; además estaba bien situado en el centro de Hanga Roa. Aquel día estaba lloviendo pero la temperatura era de 23 grados, muy agradable.

Salimos a dar una vuelta por la calle Policarpo Toro, en la orilla de la costa. Se suelen ver tortugas en la playa Pea Beach, pero no tuvimos suerte. Advertir que está prohibido bañarse con ellas. Justo al lado vimos el primer moái: Ahu Hotake.

La oficina de turismo está en la misma calle en la acera de enfrente y podéis acercaros a por un mapa. Sabed que allí podéis sellar el pasaporte gratuitamente como recuerdo. En otros establecimientos de la isla cobran por ello. En esta calle también está la oficina del Banco Santander y probablemente sea la más bonita que tengan, al menos su exterior.

La calle comercial es Atamu Tekena y, caminando en dirección al aeropuerto, se llega a la calle perpendicular Hotu Matu’a donde están los dos supermercados más grandes de la isla. Entramos en Pou Va’e Tea a comprar las pocas cosas que nos faltaban: un cartón de leche, 125 grs de mantequilla, dos tomates y una lata de refresco. Todo ello costó 6,88€.

Volvimos al alojamiento, nos duchamos y preparamos la cena en la cocina compartida: una sopa de noodles y un poco de jamón de York y queso. De repente empezamos a ver en los fogones y en las paredes cucarachas rojas, de las que vuelan, del tamaño de mi mano. Les tengo fobia. Terminamos de comer deprisa, ya de pie y volvimos a la habitación. Miramos todos los rincones y paredes; decir que la cocina no estaba muy limpia, en los fogones y en las estanterías había bastante grasa. Empezamos a pensar que así no podíamos estar las siete noches y que había que irse de allí. Madre mía y acabábamos de llegar. Nos pusimos a buscar en Booking y en Airbnb. Encontramos un lugar pero primero teníamos que hablar con estas personas a ver si admitían que nos fuésemos pagando solo una noche. Empezar de esta manera un viaje no es lo mejor, pero había que ponerle remedio desde el principio. Al menos no habíamos pagado por adelantado.

Al día siguiente por la mañana, hablamos con ellas, les explicamos mi fobia a las cucarachas y que no podíamos seguir allí el resto de la semana. Argumentaron que las hay por toda la isla y cuando llueve salen de sus escondites pero, gracias a Dios, no nos pusieron pegas, pagamos y recogimos para irnos al otro sitio, unas cabañas más alejadas del centro. Por si estuvierais interesados en el lugar, en Google Maps se encuentran por “Domos de Isla de Pascua”. No solo tienen domos, también habitaciones con baño y esa fue nuestra elección.

Civitatis

No terminaron aquí las anécdotas. Justo cuando ya nos íbamos, no encontrábamos las llaves de la habitación para devolvérselas. Pasamos un rato de muchos nervios y no las localizamos hasta llegar al otro sitio. Por supuesto, volvimos para retornarlas.

Aunque las cabañas estaban más alejadas de centro, nos alegramos de haber cambiado de lugar, el entorno era verde, tenían luz natural, baño y terraza. Al lado estaba la cocina compartida. Nos dejaron una bandeja de la nevera y nos instalamos en la habitación.

Desde la pandemia, además de comprar las entradas, es obligatorio ir con una persona oriunda de Rapa Nui a modo de guía local. Argumentan que es para controlar el turismo, pero se nota a la legua que es para exprimirlo más porque no les piden ninguna titulación, el único requisito es que sean nacidos allí. A través de una conocida, nos pusimos en contacto por Whatsapp con un guía local por el tema de los tours guiados al Parque Nacional. Nos dió precio: 220€ para dos días, con transporte incluido, y nos pusimos de acuerdo. Aunque este precio es escandaloso porque solo es el pago del guía que te acompaña, fue el más barato que vimos comparando otros anuncios. Quedamos con él para el viernes y el sábado.

Las entradas se adquieren en la oficina de tickets del Parque Nacional en Hanga Roa. Encontraréis la oficina en la parte de atrás del Mercado de Artesanías Hare Umanga. Tienen una validez de una semana. Cuestan 76€ por persona (año 2025), en nuestro caso 152€ los dos + los 220€ que nos cobraba el guía, supusieron 372€, menuda ganga. Desde luego no es barato visitar Rapa Nui. En cada zona a visitar dentro del Parque, a la entrada hay una caseta en la que hay que mostrar el pasaporte, indicar quién es tu guía local y cuál es tu alojamiento, apuntan todo ello en un listado para llevar el control y te sellan la entrada. En dos de los lugares (Rano Raraku y Orongo) solo se puede entrar una vez, en el resto no hay límite pero siempre acompañado de un guía rapanui.

Hanga Roa es la única población de la isla, está situada al oeste y tiene unos 10.000 habitantes. Para ir al centro desde el nuevo alojamiento se pasaba por el Hospital que está en la calle Simón Paoa. Fue inaugurado por Sebastián Piñera. En su recinto están las viviendas para médicos y enfermeras. Nos contaría después nuestro guía que buscan médicos que vengan con su familia y se establezcan en la isla porque si no estarían continuamente cambiando de especialistas.

Más adelante está la Iglesia a la que os aconsejamos ir el domingo a la misa de las 9h. Nosotros lo hicimos y fue muy especial. Lo explicamos más abajo.

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Mercado de Artesanías: al lado de la Iglesia hay otro mercado artesanal, quizás más barato que el otro donde se compran las entradas al Parque. También nos pareció más barato que el resto de tiendecillas de recuerdos que miramos. En este compramos un parche bordado de un moái para coser en la mochila y un pin. No les gusta que se pague con tarjeta, prefieren efectivo.

Como truco si vuestro presupuesto es bajo como era nuestro caso, cuando nos apetecía tomar algo fresquito, nos íbamos al supermercado Henua Market en la calle Sebastián Englert que tienen neveras con agua, refrescos y cervezas, nos comprábamos lo que fuera, nos íbamos a uno de los bancos mirando al mar y pasábamos el rato muy a gusto. Tened en cuenta que, por ejemplo, una cerveza en un bar cuesta 5€ y en el supermercado, la de medio litro, cuesta 1,40€. La diferencia es notable.

Otra cosa a tener en cuenta es el clima, hace mucho calor y hay mucha humedad. Cada vez que volvíamos al alojamiento nos dábamos una ducha. Llevad gorras, abanico o ventilador de mano y agua.

Alquiler de coche. Hay muchas diferencias en los precios. Buscad bien porque en la primera que preguntamos nos dijo 40€ por día y en otros establecimientos, por coches similares, 90€. Nosotros nos decantamos por la más barata. Cogimos un Suzuki el sábado por la tarde, después de recorrer el Parque Nacional con el guía, y lo tuvimos dos días al módico precio de 45€ por día y sin seguro. He dicho bien: sin seguro. Nos explicaron que en la isla nadie tiene porque no hay ninguna aseguradora que quiera venir a hacerse cargo del tema de los siniestros. No preguntamos qué pasa cuando hay uno. Realmente hay poco tráfico y yendo con cuidado no tiene porqué pasar nada. Aquí es todo muy relajado, la gente va en la moto sin casco y en el coche sin cinturón de seguridad. Por ejemplo, el taxista que nos llevó al nuevo alojamiento venía con su esposa e hija de 1 año en el coche y la niña iba de pie encima de las rodillas de su madre con la cabeza fuera de la ventanilla. Tan natural. Como para ponernos exquisitos con el tema del seguro. Si quieres coche, es lo que hay.

En la calle comercial Atamu Tekena hay varias panaderías, igual que en Chile continental, hacen unas empanadas muy ricas, compramos dos para comer al día siguiente en la excursión al Parque Nacional y un granizado de fresa que estaba riquísimo. Os recomendamos probar la típica empanada chilena de pino (carne, oliva negra y cebolla).

A continuación, fuimos a Tahai donde se ven las puestas de sol más espectaculares de Rapa Nui. Os dejo las fotos, no necesitan explicación. Sin palabras. Que las disfrutéis tanto como lo hicimos nosotros. Aquí encontrareis los Ahu Tahai y Ahu Ko Te Riku. Este último es el único moái con ojos que encontraréis en la isla.

Ahu: son las plataformas sobre las que están las estatuas de los moáis. Se ponían encima de los muertos, por tanto, una plataforma de varios moáis en línea es un cementerio.

Pukao: es el sombrerito que llevan los moáis en la cabeza.

Misa de domingo en Hanga Roa. Os recomendamos fehacientemente acudir a la misa de las 9h. Nos habían dicho que merecía la pena y realmente fue emocionante. El sacerdote hablaba en español y todos los cánticos eran en rapanui. Para que la gente pudiera cantarlos, la letra estaba proyectada en la pared. Se podía leer perfectamente aunque no supiéramos el significado. Las personas que se sentaban a nuestro lado nos saludaban con el típico «Iorana». Todo el mundo se daba la paz, muchos iban a dar un beso en la frente a su madre o a su abuela, cambiaban de banco para acercarse a los demás. Nos dejamos llevar por la emoción y salimos conteniendo las lágrimas. No olvidaremos esa misa. Muchos nativos iban con sus vestimentas típicas, coronas de flores, plumajes en la cabeza y llevaban sus instrumentos musicales, incluso una mandíbula de vaca a la que golpeaban con el puño y emitía un sonido acorde que quedaba muy bien. Fue tremendamente exótico y especial. Nos sorprendió que los perros caminasen a sus anchas dentro de la Iglesia al igual que en las calles. Cierto es que no molestaron. Al finalizar, nos acercamos al altar, el Cristo en la cruz es diferente, es rapanui, y la Virgen con el niño también. Al salir quisimos acercarnos a saludar al sacerdote y darle las gracias por una misa tan especial que nos caló tan hondo. Nos preguntó de dónde veníamos y nos hicimos una foto con él. Llevaba al cuello una corona de flores tipanie.

Comer en Hanga Roa: aunque no fuimos a ningún restaurante por contención del gasto, nos recomendaron este lugar de comida para llevar, Tintan’s Food, y los ceviches están de muerte.

En Isla de Pascua se come mucho atún, salen los barcos por la noche y por la mañana lo venden todo en el mercado local que se pone en la calle a primera hora, también venden carnes, frutas y verduras. El guía nos contó que últimamente hay menos atunes porque se han avistado barcos chinos que vienen con grandes redes. Son barcos que navegan en aguas que no son suyas y se saltan las normas internacionales a su antojo.

DÍA 1

Hanga Te’e. En este área había un ahu con ocho moáis que actualmente se encuentran en el suelo, muchos de ellos boca abajo y por diferentes motivos.

Según cuenta la historia, el ariki Hotu Matuá, primer rey de Rapa Nui, vivía en Hiva que era un lugar que estaba pronosticado a hundirse, tuvo un sueño donde se le habló de la existencia de la isla y envío una balsa con 7 personas a buscarla. Rapa Nui significa punto lejano. Anakena, en el norte, fue la playa donde llegaron los primeros polinesios. Luego llegaron a Hanga Te’e, la playa donde empezaron a repartirse tierras para asentarse.

Hubo un momento en el que la isla se superpobló y no había recursos para dar de comer a todos. Una parte de la población se dedicó a tener hijos sin conocimiento y la otra parte a pescar y generar comida. Estos últimos se revelaron y dejaron de salir a pescar. Se produjo una guerra interna. Cada vez que eso sucedía, unos tiraban los moáis de los otros, por eso hay muchos de ellos tumbados, además están erosionados y no se distinguen las facciones. También les han afectado los tsunamis, arrastrando los moais tierra adentro e incluso devolviendo del mar alguno que había sufrido la ira de un clan rival.

Aquí se pueden ver unos gallineros con dos puertecitas para la entrada de gallinas y por arriba están tapados con piedras para evitar que se puedan tocar los huevos y así podían tener más pollos. Las casas provenían de aprovechar barcas porque las ponían boca abajo y les ponían una pequeña puerta en el lateral. Se hacían bajitas para evitar que el viento las levantara. Los huertos se hacían en forma redonda con piedras apiladas, también para protegerlas del viento. Plantaban patatas, caña de azúcar, etc.

Akahanga. En la entrada hay una escultura del rey Hotu Matuá.

Ahu Akahanga: esta gran plataforma de 18 metros de longitud no ha sido restaurada, lo que permite hacerse una idea del estado en el que quedaron todos los ahu en la época de decadencia de la isla. Los encontramos en su mayoría boca abajo. Solo uno, el más cercano al mar y que fue devuelto por el agua en el tsunami, estaba tumbado boca arriba. Preguntamos a nuestro guía por qué no se colocan en su lugar original y nos dijo que es cosa de quienes vigilan el patrimonio de la isla, quieren que todo se quede como está y que no se manipule.

Rano Raraku. Es la cantera de donde se extraía la piedra para hacer los moáis. De hecho, se esculpían aquí y se bajaban después por la ladera. Muchos «morían» por el camino. Le preguntamos al guía por qué no lo hacían al revés, bajar primero la piedra y tallarla luego pero no sabía el motivo.

Por cierto, en la Isla de Pascua hay montones de árboles Pacay traídos de América cuyo fruto de color blanco es el pan de azúcar. Es como comer bolas de algodón o nubes. Nos encantó.

Nada más entrar al recinto te muestran las piedras que se utilizaban para esculpir y tallar los moáis. Esta es una zona de volcanes y, por lo tanto, la materia prima para hacerlos era piedra volcánica por su baja dureza que facilitaba el tallado de las esculturas. Aquí se tallaron casi la totalidad de las mil estatuas que se han encontrado en la isla. Después eran conducidos a los ahu o plataformas ceremoniales repartidos a lo largo de toda la costa, para honrar la memoria de los antepasados. Según se asciende hacia la parte superior de la montaña, aparecen multitud de huecos y figuras recortadas sobre la superficie rocosa. Si se mira con atención, se van descubriendo más y más imágenes que aparecen talladas en todas las posiciones. Desde luego este lugar debe ser el sueño de cualquier arqueólogo.

Ahu Tongariki: es el lugar que nos viene a la mente cuando pensamos en la Isla de Pascua. Es el mayor Ahu de la isla, con 15 moáis. Está situado en el extremo más oriental, donde los amaneceres son de infarto, punto de encuentro del madrugón de miles de turistas y también lo sería del nuestro.

Se han encontrado cientos de petroglifos que datan del siglo X y se cree que aquí hubo guerras entre clanes lo cual incrementa la importancia de este lugar. En esa fecha es cuando se produce la primera ocupación humana y el primer Ahu. Lo que admiramos ahora es el resultado de varias incorporaciones puesto que cada moái es de una época y esculpido con una técnica distinta. A simple vista ya percibimos que estas esculturas tienen las cabezas más cuadradas y una nariz más corta que las de la cantera que tenían unos cuerpos más esbeltos y unas cabezas y narices más alargadas.

Nos encantó ver que uno de los moáis luce su pukao (sombrerito) que representa el cabello de color caoba recogido en una especie de moñete. Es una pena que las guerras entre clanes derribasen los moáis de sus Ahu. Esto precipitó la decadencia de la cultura rapanui en los siglos XVI y XVII. Aun así, el lugar siguió utilizándose como cementerio hasta la llegada del catolicismo en el siglo XIX. Pero en 1960 un terrible terremoto en Chile provocó un tsunami que llegó a la isla y, aunque no hubo que lamentar muertos puesto que viven en la parte oeste, fue devastador para la zona de Tongariki situada en el este pues la plataforma principal quedó destruida, numerosos moáis fueron empujados varios metros tierra adentro y muchos se fracturaron. La zona quedó muy destruida y se mezclaron partes de la plataforma, de las estatuas y restos de huesos humanos que afloraron procedentes de las tumbas que había debajo de ellas. Un escenario dantesco que por desgracia provocó que se perdiera la posibilidad de averiguar más datos de la cultura rapanui.

No obstante, en ese mismo año 1960, se empezaron a levantar 7 moáis y, en 1988, en la TV japonesa un exgobernador de la isla dijo que sería un sueño ver de nuevo en pie a los moáis si tuvieran una gran grúa para hacerlo. Gracias a este llamamiento, en 1992 se creó un equipo de trabajo que, con una enorme grúa, comenzó a levantar las estatuas de nuevo y a ponerlas en pie. En 1996 se terminaron los trabajos y es por ello que hoy las vemos de nuevo encima de la nueva plataforma restaurada de 100 metros de longitud.

Te Pito Kura: es una piedra ovoide de 80 centímetros de diámetro. Hay quienes relacionan el nombre del lugar con las cualidades especiales de esta roca y con uno de los nombres con los que se conoce a la Isla de Pascua pues Te Pito O Te Henua significa “ombligo del mundo”. Según la leyenda, fue traída por Hotu Matu’a, el rey fundador del pueblo rapanui, en su embarcación desde Hiva, su tierra natal. Se dice que esta roca, casi esférica y lisa, concentra una energía magnética y sobrenatural llamada mana. Después de la pandemia la rodearon de un muro de piedra volcánica para evitar que los turistas se acerquen a ella por lo que no pudimos tocarla y comprobar si era cierta o no su cualidad energética.

Anakena playa. Después de recorrer toda la zona del Parque Nacional se llega a este oasis natural. Una playa de arena blanca con sus palmeras de cocoteros importadas desde Tahití y, como no, una plataforma de moáis coronando la zona. Es el Ahu Nau Nau con siete estatuas que están bien conservadas debido a que quedaron ocultas bajo la arena cuando fueron derribadas de su ahu y esto las protegió. A su derecha se encuentra el Ahu Ature Huki con un único moái que fue el primero en levantarse en el siglo XX.

Anakena tiene trascendencia histórica ya que fue en este lugar donde desembarcó el primer rey de la isla, Ariki Hotu Matuá junto a sus hombres y estableció el primer poblado de la cultura rapanui.

Fue maravilloso poder refrescarnos después de realizar las visitas. Nos permitió reposar toda la emoción que bullía en nuestras cabezas. Esta isla, tanto tiempo soñada y al fin recorrida. Estábamos felices. Nuestro guía nos tenía reservada una sorpresa final: el punto magnético. Nos llevó hasta allí con su coche, paró el motor y poco a poco sentimos una fuerza que tiraba de él hacia atrás y se movió como unos cien metros con nosotros dentro. Muy curioso. El broche de oro para ese día que no olvidaremos.

DÍA 2

Kotepopouri Rano Kau. Volcán Rano Kau, en cuyo cráter se cultivan mangos, plátanos, palta (aguacates), limones, etc. En tiempos venían a lavar la ropa pues el agua está templada. Incluso la consumían. En este lugar sentimos mucha paz. Y las vistas son espectaculares.

Orongo: Aquí se encuentra el poblado de los hombres pájaro Tangata Manu y la isla (la tercera más alejada en la foto, la grande) a la que tenían que ir nadando en una competición infernal para intentar ser el primero en coger un huevo del nido del pájaro Manutara y volver a la costa con él sano y salvo sin que nadie se lo arrebatara por el camino. En esta competición entre clanes (competencia, como le dicen aquí) se determinaba que el ganador podía gobernar durante un año hasta la siguiente carrera. Además, como premio, se le entregaba a modo de trofeo una chica virgen a la que habían mantenido todo ese tiempo en la cueva Ana Hue Neru para garantizar que estuviera intacta y con la piel del más puro color blanco puesto que no le habría dado el sol. Su familia se encargaba de su manutención y de vigilar que nadie pudiera acceder a ella. Pobrecita, soledad total para ser entregada después al ganador. Si le parecía bien como si le parecía mal. Se puede visitar el poblado con sus casas en forma redonda y ver el cráter del volcán Rano Kau desde el otro lado.

Por cierto, la bandera de Rapa Nui representa la imagen de los antiguos barcos, con popas o proas decoradas con cabezas.

Puna Pau: es la cantera de donde extraían la piedra para hacer los Pukao, los sombreritos de los moáis. Son de color granate y aquí la piedra es de ese color, pero también de baja dureza para facilitar su tallado. Así los vaciaban por dentro para que pesaran menos y colocarlos más fácilmente sobre sus cabezas. Para este montaje hacían una rampa con piedras y tierra hasta lo alto del moái. Nos sorprendió lo lejos que queda esta cantera de la otra pues ello dificultaba la reunión de la estatua con su gorrito. En la zona veréis arbustos de guayaba. Los de color amarillo limón son los más maduros.

Ahu a Kivi. Estos siete moáis representan a los 7 exploradores que el ariki (rey) Hotu Matuá envió desde Hiva a encontrar la isla que se le reveló en sueños. Estos moáis son los únicos que están mirando hacia el mar. Pudiera ser que la isla de Hiva formase parte de las Islas Marquesas. La leyenda cuenta que esa isla se hundiría y causaría muchas muertes por lo que había que construir canoas para escapar de allí. El Rey Hotu Matuá recibió en sueños el mensaje de que tenía que ir a buscar Rapa Nui que significa «punto lejano» en busca de nuevas tierras en las que asentarse. De estos 7 primeros colonizadores, 6 regresaron a comunicar el hallazgo al rey y el otro se quedó a preparar su llegada. Durante ese tiempo se dedicó a plantar las semillas que habían traído para poder tener comida cuando llegase el rey con su esposa, su hermana y cien personas más. Desde que el ariki llegó, la isla tomó el nombre de Te pito o Te henua, que significa “ombligo del mundo”.

Ahu a Kivi fue descubierto por un extranjero que decidió encargarse de la restauración. Durante esos trabajos alguien se llevó los ojos de los moáis, pero la Unesco no deja que se los repongan, dice que las cosas hay que mantenerlas como se encontraron mientras que los rapanuis querrían restaurarlos, solo necesitan fondos para hacerlo.

Ana Te Pahu. Son las cavernas que se habitaron hace muchos años, contaban con agua potable. En ellas, nuestro guía nos mostró que se sabía cuántas familias las habitaban por los fuegos que se encontraron en el suelo porque su manera de hacer la comida era envolviéndola en hojas de la planta de la patata y después la enterraban para que se cocinara en su propio jugo.

Finalizamos la excursión en el barrio de Tahay donde están los moáis desde los que se ven las mejores puestas de sol de la isla. Las figuritas de moáis que hay en la puerta de entrada al recinto, delante del cartel, se hicieron para que las personas ciegas pudieran tocarlos y saber cómo son las estatuas que hay en ese lugar. Nos pareció maravilloso y el resto de localizaciones de la isla están copiando la idea.

Los dos días que tuvimos el coche de alquiler, recorrimos la isla a nuestro antojo pero sin poder entrar a los lugares del Parque Nacional porque, como hemos explicado, aunque la entrada te permite acceder a ellos durante una semana, tienes que hacerlo acompañado de un guía rapanui. Estos son los lugares que visitamos:

Moái tumbado. Encontramos este moái tumbado boca abajo. Hay muchos así porque el tsunami los sacó del agua.

Noreste de Rapa Nui. Volvimos a Tongariki buscando el mejor lugar fuera del recinto para ver el amanecer al día siguiente. Nos llamó la atención que hay muchas señales de zona de amenaza de tsunami y otras tantas de aviso de zonas de evacuación. Un poco más adelante, en el mismo camino, encontramos un altar a la Virgen, parece la Milagrosa.

Petroglifos Papa Vaka. Estos petroglifos se conservan muy bien y se adivinan las formas, sobre todo en el último de ellos, donde se ven una ballena y un tiburón.

Playa Ovahe. Nos advirtieron de los posibles desprendimientos en esta playa así que solo la vimos sin entrar en ella. Es muy bonita pero el agua está llena de algas. Nos sorprendió un camino que sale a la derecha donde hay una barrera que indica que no te acerques y respetes porque es un crematorio. Literalmente pone: «crematorio ancestral mantener distancia y respeto». Curiosamente es el mejor lugar para ver la playa, pero respetamos la prohibición.

Playa Anakena. Regresamos a allí porque nos encantó su arena blanca y sus cocoteros de Tahití. Lo malo es que hay pocas sombras. Aprovechamos para comer allí una empanada de atún y unos plátanos pequeñitos muy dulces, son como los de Canarias cuando están en su punto.

Estuvimos charlando con la chica que se encarga de los vestuarios de la playa. Es una gozada que los haya para poder cambiarte. Nos contó que ha estado dos veces en España porque han ido a folklores internacionales de danza.

Amanecer en Tongariki. Al día siguiente madrugamos para llegar a ver el amanecer en Tongariki. No fue el mejor día porque había nubes, pero igualmente los colores del cielo eran un espectáculo. Lo disfrutamos mucho.

Hanga Roa. Al llegar a Hanga Roa después de ver el amanecer se puso a llover torrencialmente. Tanto que también lo hacía dentro del coche. Tuvimos que volver al sitio del alquiler y no tenían silicona para sellar la gotera. Optaron por cambiarnos el vehículo y salimos ganando, este era nuevo, no llovía dentro del coche, funcionaba el sistema de recogida de los cinturones, ¡¡¡tenía cámara de marcha atrás y amortiguadores!!!  Si es que alquilamos lo más cutre. No sabéis los golpes que nos dimos en la espalda con el otro cada vez que había un bache.

Si os apetece llevaros de recuerdo, como a mí, un colgante de plata de un moái, hay una señora que los vende en el Mercado de Artesanías que está donde la oficina de los tickets al Parque Nacional. Con la cadenita me costó 30€. También los vende una joyería de la calle Atamu Tekena pero son mucho más caros.

Por cierto, en esta calle encontraréis la posibilidad de disfrutar de shows culturales de danza polinesia, como los del grupo Kari Kari y el ballet Varua Ora.

Moái solitario en el Mirador Hanga Kioe y luego nos hemos acercado otra vez a Ahu Ko Te Riku, el único moái con ojos porque por fin hoy se veían bien en foto. Aprovechando los últimos minutos del alquiler del coche, hemos llegado hasta el mirador de Ana Kai Tangata al suroeste. El mar ha ido erosionando las rocas y se han formado unas cuevas enormes.

Último día en Hanga Roa. Fuimos hasta Tahai para grabar un vídeo de saludo para las Jornadas de los Grandes Viajes de 2025. Fue un honor que Pablo Strubel e Itziar Marcotegui nos ofrecieran participar porque además se celebraba la última edición de las mismas.

En esta zona encontraréis el cementerio y también un pequeño parque dedicado a los Arcángeles. Es curioso que aparecen en todas las religiones (Biblia, Corán, hinduismo) aquí hay siete pero la Iglesia Católica solo celebra la festividad de tres: Gabriel, Miguel y Rafael (el 29 de septiembre). El entorno frente al mar es idílico.

Llegamos a una de las piscinas naturales de aquí. Se llama Poko Poko. Había gente bañándose, aunque el mar estaba revuelto. Me encantó la espalda del Moái de la Paz. Dejo la foto de ambos lados. Este fue nuestro último día en Rapa Nui, nos invadió una mezcla de alegría, por haber tenido la oportunidad de venir, y de tristeza, por saber que quizás no regresemos a ella. Pero somos afortunados y lo sabemos.

IORANA

Hace muchos años, había una isla donde las estatuas caminaban y los nativos no eran vasallos. La grandeza no requería de subvenciones, bastaba con la obstinación y la resiliencia de un pueblo entregado a su fe, al culto y fervor hacia sus antepasados. Aislados de la ambición y el control de otros, prosperaron y mantuvieron intactas sus raíces. Pero el destino jugó en su contra, cuando extraños conquistadores incurrieron sucesivamente en sus costumbres y creencias llevando progreso, religión y comercio, pero también enfermedades, expolio y prácticas esclavistas. El inquebrantable espíritu y valor de los isleños perduró en el tiempo y hoy podemos admirar un singular legado que traspasa las fronteras de lo divino y lo humano. Un romanticismo misterioso todavía sigue acariciando cada rincón de esta isla, donde acabamos ensimismados en el espacio infinito buscando ocasos y auroras mágicas. Bañarse en la playa de Anakena donde llegaron los primeros pobladores polinesios, circundada por unos moais curiosos que nos intimidan, es una experiencia mística, irreal y bucólica. Esto es Rapa Nui, donde las estatuas ya no caminan, pero su mirada altiva y presuntuosa presume de un glorioso pasado que fue y que ahora conquista silenciosamente al visitante.

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